Demasiado mujer para el sollozo, esparzo mis pedazos por el aire, y ni siquiera miro dónde caen.
Me reconozco rota, pero es tanta mi prisa que dejo atrás el llanto con el primer café de la mañana.
Demasiado mujer, dijo el psiquiatra, mirándome a los ojos con su media sonrisa de chacal.
No lo niego.
Soy una hija de puta con clase.
De las que no lloran cuando las abofetean y aprovechan la coyuntura para sajar alguna arteria con la sonrisa.
La vida me entrenó para el mordisco y en vano me perfumo de amor secreto
porque siempre hay algún herido cuando uso la boca para algo más que comer.
Estoy en huelga de hombre mientras sucede un pájaro en mis ojos.
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