En qué pocas palabras se resume una vida.
La mía en un largo poema discordante
por el que voy y vengo
memorizando ángeles
y gárgolas
y pájaros extraños,
-entes alados todos
todos oscuros-
a cuyas plumas hago cosquillitas
si aceptan el ritual inconfesable
de mis curiosas manos
papirofléxicas
que no han sembrado trigo ni maíz
ni el sorgo rojo de mi sublevación.
Diluvia en mi escondida Varanasi
y yo no tengo ganas de utilizar ardides
para atraer milagros sonrientes
vestidos por Armani
ni tan siquiera a un macho de los de fuertes brazos
provisto de un paraguas ecuménico
repleto de atavismos.
Estoy harta de mí y hasta presiento
que he dejado de ser mi preferida.
La tristeza no sabe de Prozac
si Benarés esplende bajo el agua.
La mía en un largo poema discordante
por el que voy y vengo
memorizando ángeles
y gárgolas
y pájaros extraños,
-entes alados todos
todos oscuros-
a cuyas plumas hago cosquillitas
si aceptan el ritual inconfesable
de mis curiosas manos
papirofléxicas
que no han sembrado trigo ni maíz
ni el sorgo rojo de mi sublevación.
Diluvia en mi escondida Varanasi
y yo no tengo ganas de utilizar ardides
para atraer milagros sonrientes
vestidos por Armani
ni tan siquiera a un macho de los de fuertes brazos
provisto de un paraguas ecuménico
repleto de atavismos.
Estoy harta de mí y hasta presiento
que he dejado de ser mi preferida.
La tristeza no sabe de Prozac
si Benarés esplende bajo el agua.
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