Comenzó con la dosis diaria
apenas perceptible
de sí mismo:
un trozo húmedo de lengua hiriente
el dedo del anillo de casado
un lóbulo con aro de pirata
una lágrima de amatista
(él sabe que es mi cuarzo favorito)
algún susurro
-crótalo en el viento-
de los que te endurecen los pezones
y cuatro sutilezas de ese tipo
que no ves peligrosas
y menos
si eres una mujer herida gravemente
que sabe cómo debe proteger
la delicada piel
de ciertos órganos.
Cuando caí en la cuenta
se me había instalado entre las sienes
con toda la violencia
de un lobo vulnerado
y yo me sorprendía vespertina
aullándole a la luna
con la boca
y el hambre
de una perra con drogodependencia.
Va aumentando la dosis
a medida que se aguzan mis dientes
y la ansiedad
dispara mis neuronas.
Se va despedazando para mí
como nunca ninguno
y dando de comer a mi exigencia
me hace deseable su dominio
agudo como un clavo entre los muslos.
No es casual que le ansíe.
Es algo inevitable.
apenas perceptible
de sí mismo:
un trozo húmedo de lengua hiriente
el dedo del anillo de casado
un lóbulo con aro de pirata
una lágrima de amatista
(él sabe que es mi cuarzo favorito)
algún susurro
-crótalo en el viento-
de los que te endurecen los pezones
y cuatro sutilezas de ese tipo
que no ves peligrosas
y menos
si eres una mujer herida gravemente
que sabe cómo debe proteger
la delicada piel
de ciertos órganos.
Cuando caí en la cuenta
se me había instalado entre las sienes
con toda la violencia
de un lobo vulnerado
y yo me sorprendía vespertina
aullándole a la luna
con la boca
y el hambre
de una perra con drogodependencia.
Va aumentando la dosis
a medida que se aguzan mis dientes
y la ansiedad
dispara mis neuronas.
Se va despedazando para mí
como nunca ninguno
y dando de comer a mi exigencia
me hace deseable su dominio
agudo como un clavo entre los muslos.
No es casual que le ansíe.
Es algo inevitable.
Comentarios
Publicar un comentario