Carta sobre Harrison y sus flores.





Te hice caso.
Ya vi, ya vomité, ya me sentí terriblemente desazonada y triste y airada. No es tampoco la primera vez que me siento así, ni será la última. Quizás si no te hubiera conocido me habria librado de unas cuantas, pero no por eso dejaría de existir el mal en el mundo, porque justo eso es el puritito mal, en contraposición con lo poco de amoroso, lo menos de altruista, y lo menos aún de honorable con que nos conformamos para catalogar el bien.

La balanza está absolutamente desequilibrada y asi nos va.

Hace mucho que abrí los ojos y te entendí, y te supe, y fui más allá de cuanto tú pudieras contarme, porque algo en tí te llevó, siempre, a protegerme de algún modo.

Siempre supe que no hay justificación que sostenga la barbarie del hombre. No importa lo que inventen. Y tú lo sabes, tú mejor que nadie lo sabes, como sabes que no hay Patria ni diplomacia que salve al inocente de una muerte cruel, repulsivamente dantesca, inenarrable salvo por alguna boca como la tuya, cuando se desata el sadismo y el hombre se cree un diosito con un arma en la mano y la guerra por delante.
¿Qué es una guerra sino un nombre que garantiza la impunidad en la matanza?.

Lo que llamamos civilización -que no es más que avance técnico, porque a nivel espiritual caminamos de espaldas- consiguió reprimir muchas manifestaciones de instinto atávico, pero no la crueldad, que sigue manifestándose en el hombre con mayor sadismo, si cabe, y con un desprecio absoluto por la vida ajena.

Mientras Harrison se perdía en los Balcanes a la caza de otro Pulitzer, soñando con un futuro de flores de invernadero, tú te perdías pegando tiros, sin soñar, allí y en cualquier otro lugar del mundo que no se llame Fidjis, y yo ejercía de ejecutiva agresiva, igual que ahora escribo poemas y lavo cortinas, perdida en mi propia impotencia final. Eso sí, con los ojos tan abiertos como los tuyos y la conciencia tan sucia, porque de eso, no hay amor que nos libre. ¿O sí?.

Algún día, quizás, ese algún día que no existe (en lo efímero dices tú) por más que lo repitamos, el amor equilibre el imperio del mal.

Igual, no lo verán mis ojos.

Diciembre, casi 2012.

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Antología Ultraversal. Poética del Arrebato. Edit. Libros en Red.

Antología Ultraversal. Poética del Arrebato. Edit. Libros en Red.
Este libro es un perfecto ejemplo de cómo autores de diferentes etnias, nacionalidades, costumbres, educación y condiciones sociales pueden llegar, a través de un mismo idioma, a congeniar poética y humanamente desde su particular idiosincrasia. Está dirigido tanto a los lectores amantes de la poesía de nuestro tiempo como a los que se inician en cualquier camino literario, y también a los interesados en la riqueza léxica del español, a los traductores y a todos aquellos que deseen ampliar sus conocimientos sobre la enorme diversidad de idiomática de los países hispanoparlantes. Es una brillante alianza intercultural a través de la palabra como nexo artístico. Un libro de identificación y búsqueda, escrito para abrir puertas y ventanas emocionales de vital sugerencia en las paredes de cada intimidad.

¿Cuántas realidades hay?

¿Cuántas realidades hay?
Neuromante, emocionauta y hasta una broma digital llegado el caso, pero yo que le leo y le siento y me enfrío o me caliento sin posibilidad de escape ante su voz, digo que ahí hay un hombre único que crea realidad y se recrea a sí mismo en la palabra y se define entre lo abstracto y lo concreto y ocurre en mí de la misma forma en que yo puedo ocurrir en él, con la fugacidad de una brutal quemadura que al enfriarse deja una cicatriz indeleble en la piel.La palabra crea la emoción y la emoción es la realidad más pura, más intensa, más exacta del hombre, la que mueve el mundo para bien y para mal.No hay nada que no se pueda expresar cuando se siente, porque, incluso si se tratara de un mero ejercicio intelectual de un autor talentoso, desde el momento mismo de escribirlo está creando la tensión que lo hace real para el que lo recibe y siente al recibirlo. Lo único que podría matar su extrema realidad, sería su silencio.

Nautas

Akhenazi. Espacio a tu costado.