Me amarás, sin excusas, contra lo predecible
cuando no tengas nada que ofrecerme en las manos,
con la febril liturgia de todos los veranos
en que no definías mi trágico imposible.
Despojado del tiempo de las pálidas dudas
por mi esférica ausencia, desnudo de amor-hambre,
llegarás hasta el centro del caótico enjambre
donde se esconden frías todas las noches mudas.
Usando el reptiliano cerebro del instinto,
con la precognición de la memoria atávica,
que no sabe de letras ni batallas silábicas
y sin embargo sabe salir del laberinto.
Porque lo he decidido conjurando misterios,
cuando llegue la muerte, en otra latitud,
he de tener tu hombría, gozar tu plenitud
con el alma triunfante sobre los cementerios.
Y allí me mirarás, como el que nunca fuiste,
sin poderme esquivar, sólo un poco más triste
porque la eternidad sin mí, se te hará larga.
Sin poderme matar, más allá de la vida,
me amarás donde vibre la palabra prohibida,
un poco menos carne y un mucho más amarga.
cuando no tengas nada que ofrecerme en las manos,
con la febril liturgia de todos los veranos
en que no definías mi trágico imposible.
Despojado del tiempo de las pálidas dudas
por mi esférica ausencia, desnudo de amor-hambre,
llegarás hasta el centro del caótico enjambre
donde se esconden frías todas las noches mudas.
Usando el reptiliano cerebro del instinto,
con la precognición de la memoria atávica,
que no sabe de letras ni batallas silábicas
y sin embargo sabe salir del laberinto.
Porque lo he decidido conjurando misterios,
cuando llegue la muerte, en otra latitud,
he de tener tu hombría, gozar tu plenitud
con el alma triunfante sobre los cementerios.
Y allí me mirarás, como el que nunca fuiste,
sin poderme esquivar, sólo un poco más triste
porque la eternidad sin mí, se te hará larga.
Sin poderme matar, más allá de la vida,
me amarás donde vibre la palabra prohibida,
un poco menos carne y un mucho más amarga.
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