Con la misma potencia que sucede el amor, sucede el odio, salvo que no se anuncia a golpe de timbales, sino con un ligero olor a chamusquina porque siempre hay detrás una ilusión quemada.
Yo tengo buen olfato y sé cuando llega el odio y me mira con los ojos velados por el equívoco, o la envidia, o el despecho. Suelo verlo crecer con la furia del débil y, entre mujeres, ocultarlo con la sonrisa puesta, porque si se profesara abiertamente perdería la opción de la venganza y eso sería imperdonable.
No te odio, descuida.
Puestas a ser perras no desgasto mis dientes en las de menor alzada, así que me limito a despreciarte, sin olvidarme, of course, de la sonrisa.
Yo tengo buen olfato y sé cuando llega el odio y me mira con los ojos velados por el equívoco, o la envidia, o el despecho. Suelo verlo crecer con la furia del débil y, entre mujeres, ocultarlo con la sonrisa puesta, porque si se profesara abiertamente perdería la opción de la venganza y eso sería imperdonable.
No te odio, descuida.
Puestas a ser perras no desgasto mis dientes en las de menor alzada, así que me limito a despreciarte, sin olvidarme, of course, de la sonrisa.
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