Hasta cuando no soy me pones cara.
Magnánimo y abierto como el día
me dibujas diluvio y armonía
siendo sólo un dolor de sombra clara.
Se quema el verso inútil que me ampara
en la cima más alta de tu hombría.
Si Varanasi yo, tú Alejandría
que su flecha de pájaros dispara.
Quién me nombrara a mí como tú nombras
el estallido añil con que me asombras
hecho pulso de luz, latido sabio.
Por una Shiva hindú de cartón piedra
quién frenará el alud que se desmedra
tras el monzón secreto de su labio.
Magnánimo y abierto como el día
me dibujas diluvio y armonía
siendo sólo un dolor de sombra clara.
Se quema el verso inútil que me ampara
en la cima más alta de tu hombría.
Si Varanasi yo, tú Alejandría
que su flecha de pájaros dispara.
Quién me nombrara a mí como tú nombras
el estallido añil con que me asombras
hecho pulso de luz, latido sabio.
Por una Shiva hindú de cartón piedra
quién frenará el alud que se desmedra
tras el monzón secreto de su labio.
Lo divino en el tercer ojo de la frente... Pulso de luz, latido sabio en el soneto.
ResponderEliminarGracias por enseñar, Morgana.
Un abrazo.
Gracias a tí por pasarte, Manuel, me diste una alegría en estas largas soledades.
ResponderEliminarOtro abrazo, poeta.