Y vuelvo a mí del sur, vuelvo a mi norte
lamiéndome la duda como una perra herida.
Un gesto de salitre me acompaña
y la sonrisa torpe, grisácea por el polvo
de la batalla inútil que pende de mi boca.
lamiéndome la duda como una perra herida.
Un gesto de salitre me acompaña
y la sonrisa torpe, grisácea por el polvo
de la batalla inútil que pende de mi boca.
Reir ¿por qué? ¿por quién? si no hay motivos,
llorar tampoco, no, ¿por qué llorar?
No hay un sólo motivo en este día
para acercar la mano enternecida
al rostro de algún hombre.
Dentro de mí, temblor de escarcha leve
y más silencio junto que en la tumba del viento,
y es que se vuelven fríos los cadáveres
a poco de morirse entre mis pechos
ahítos de morderme.
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