Para reconocer tus manos no preciso
que liberen sus rosas de hiel por mi cintura,
ni su tacto de sombra, ni su férrea atadura
para sentirme presa de improviso.
Para reconocer tu boca de insumiso
y el atónito pozo de tu mirada oscura,
desde el acantilado de tu negra tristura,
he saltado al vacío sin permiso.
Y no preciso verte para saberte entero,
ni ampararme en tus brazos de estremecido acero
para gozar la fuerza de tu hombría.
De celofán se vuelve el papel del instinto
y de agua transparente tu pétreo laberinto,
a golpe, minotauro, de utopía.
que liberen sus rosas de hiel por mi cintura,
ni su tacto de sombra, ni su férrea atadura
para sentirme presa de improviso.
Para reconocer tu boca de insumiso
y el atónito pozo de tu mirada oscura,
desde el acantilado de tu negra tristura,
he saltado al vacío sin permiso.
Y no preciso verte para saberte entero,
ni ampararme en tus brazos de estremecido acero
para gozar la fuerza de tu hombría.
De celofán se vuelve el papel del instinto
y de agua transparente tu pétreo laberinto,
a golpe, minotauro, de utopía.
Comentarios
Publicar un comentario