Duró lo que duró
la sonrisa de un niño entre queja y lamento,
lo que duran las cosas que se sueñan eternas
pese al error del tiempo.
Duró lo que el amor falto de tacto
en la mente de un hombre adicto a los excesos,
lo que un brindis al sol de una garganta
lo que tarda un orgasmo en matar los jadeos.
Duró el tiempo exacto de perder la paciencia
y equivocar el rumbo de los besos,
lo que tarda el instinto en desdecirse
de todas las promesas escritas en el viento.
Duró, con la insistencia letrálica del alma,
lo que dura un navío amarradito a puerto,
y a mí sólo me queda, muda de puro asombro,
poner cara de póker y matarlo por dentro.
la sonrisa de un niño entre queja y lamento,
lo que duran las cosas que se sueñan eternas
pese al error del tiempo.
Duró lo que el amor falto de tacto
en la mente de un hombre adicto a los excesos,
lo que un brindis al sol de una garganta
lo que tarda un orgasmo en matar los jadeos.
Duró el tiempo exacto de perder la paciencia
y equivocar el rumbo de los besos,
lo que tarda el instinto en desdecirse
de todas las promesas escritas en el viento.
Duró, con la insistencia letrálica del alma,
lo que dura un navío amarradito a puerto,
y a mí sólo me queda, muda de puro asombro,
poner cara de póker y matarlo por dentro.
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