Qué inhóspito lugar. Qué griterío
taladrador de sienes. Cuántas voces
para segar ternura con sus hoces
de hiriente incertidumbre. Qué gentío
trocando coherencia por vacío
en el réquiem de un sol que reconoces
como un viejo drogado. Son las doce
de cualquier medianoche del hastío.
Qué música tan zafia. Es el declive
de todos los sonidos del silencio.
Cuánto esperpento junto en la humareda.
Tiempos de hartazgo son para el que vive
neón artificial. No diferencio
el árbol tras la agónica arboleda.
taladrador de sienes. Cuántas voces
para segar ternura con sus hoces
de hiriente incertidumbre. Qué gentío
trocando coherencia por vacío
en el réquiem de un sol que reconoces
como un viejo drogado. Son las doce
de cualquier medianoche del hastío.
Qué música tan zafia. Es el declive
de todos los sonidos del silencio.
Cuánto esperpento junto en la humareda.
Tiempos de hartazgo son para el que vive
neón artificial. No diferencio
el árbol tras la agónica arboleda.
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