Hay hombres irreales de olor inexistente,
manos de tan inciertas rompedoras de tedio,
hologramas palpables de paso en un asedio
férreo sobre el latido real del subconsciente.
Hombres de tan sin nombre, clavados en la frente,
sentados a horcajadas del frágil intermedio
entre un sueño de azar -esclavo sin remedio-
y el libertario afán de un drogodependiente.
Hombres que siembran dudas si se visten de luces,
que marcan sin saberlo tu muerte con sus cruces,
transeúntes pausados del cuerpo dolorido.
Hombres que sin ser hombres son hombres que deduces:
fantasmas de los versos de oscuros tragaluces
que pueblan el misterio del instinto dormido.
manos de tan inciertas rompedoras de tedio,
hologramas palpables de paso en un asedio
férreo sobre el latido real del subconsciente.
Hombres de tan sin nombre, clavados en la frente,
sentados a horcajadas del frágil intermedio
entre un sueño de azar -esclavo sin remedio-
y el libertario afán de un drogodependiente.
Hombres que siembran dudas si se visten de luces,
que marcan sin saberlo tu muerte con sus cruces,
transeúntes pausados del cuerpo dolorido.
Hombres que sin ser hombres son hombres que deduces:
fantasmas de los versos de oscuros tragaluces
que pueblan el misterio del instinto dormido.
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