Si yo no te mirara con los ojos de ver,
si no te hubiera visto nunca
vengarte del silencio con la espada arcangélica
del guerrero que llevas en el nombre,
sería más feliz, si es que se puede,
hablar de plenitud en la ignorancia,
pero te vi.
Te vi exudar la muerte por los poros
y torturar vocablos
hasta ponerle alas al enigma
con esa lengua austral en pie de guerra
que por la lealtad baja las armas
y sólo por ternura se somete al absurdo.
Año y medio de verte sucumbir
a tu propia inclemencia y levantarte
ebrio de soledad,
para caer de nuevo bajo fuegos pretéritos
como un soldado ciego y estocólmico,
ha sido suficiente para que yo te signe
con la marca del Ávalon perdido
que se descubre, atónito, en mis ojos.
No me importa, si es un maldito íncubo,
quien dirige la mano que acaricia mi sombra,
en la fosa común de tu boca de estrago
enterraré la amnesia de la mía,
liberando el fosfeno de los versos
que, como centinelas, escudriñan vacíos.
Yo hubiera sido tú de ser más hombre
inevitablemente
y es por eso que en mí, tu instinto libre,
se reconoce esclavo de otra patria.
En un escalofrío me aconteces
-espectro sensorial de lo incorpóreo,
fantasma sin cadenas-
por los pasillos lúgubres del alma.
si no te hubiera visto nunca
vengarte del silencio con la espada arcangélica
del guerrero que llevas en el nombre,
sería más feliz, si es que se puede,
hablar de plenitud en la ignorancia,
pero te vi.
Te vi exudar la muerte por los poros
y torturar vocablos
hasta ponerle alas al enigma
con esa lengua austral en pie de guerra
que por la lealtad baja las armas
y sólo por ternura se somete al absurdo.
Año y medio de verte sucumbir
a tu propia inclemencia y levantarte
ebrio de soledad,
para caer de nuevo bajo fuegos pretéritos
como un soldado ciego y estocólmico,
ha sido suficiente para que yo te signe
con la marca del Ávalon perdido
que se descubre, atónito, en mis ojos.
No me importa, si es un maldito íncubo,
quien dirige la mano que acaricia mi sombra,
en la fosa común de tu boca de estrago
enterraré la amnesia de la mía,
liberando el fosfeno de los versos
que, como centinelas, escudriñan vacíos.
Yo hubiera sido tú de ser más hombre
inevitablemente
y es por eso que en mí, tu instinto libre,
se reconoce esclavo de otra patria.
En un escalofrío me aconteces
-espectro sensorial de lo incorpóreo,
fantasma sin cadenas-
por los pasillos lúgubres del alma.
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