Qué feroz tu evidencia nítida y repulsiva,
qué obscena bofetada para esta madrugada
en que los ojos arden con la verdad más viva
y de mentiras tiembla la palabra abortiva
en una marabunta de letra desolada.
Qué de idas y vueltas en un verano loco
que ha silenciado mudo la realidad sangrante,
qué pena de lo dicho despacio y poco a poco,
qué pena de la histeria del salvaje siroco
que de mi kalahari sopló sobre tu andante.
Qué falsas son tus puertas de triple cerradura,
qué viles comodines tus poemas de amor,
qué dobles intenciones se clavan en la agrura
como alfileres sucios de sucia acupuntura
en este juego absurdo que trasciende al dolor.
Qué inútiles las gotas suicidas de los ojos
que secas en el rostro lánguidas agonizan
por las palabras turbias de los piratas cojos
que un día las alientan y al otro son despojos
que en el asfalto oscuro, oscuras aterrizan.
Cuánta mujer baldía llorando por quimeras,
cuánto cuento contado al amor de la lumbre,
cuánta voz susurrante levanta polvaredas
en su íntimo estío con látigos de sedas
que sólo azotan pieles de mansa mansedumbre.
Qué feroz tu evidencia ante mi soledumbre.
qué obscena bofetada para esta madrugada
en que los ojos arden con la verdad más viva
y de mentiras tiembla la palabra abortiva
en una marabunta de letra desolada.
Qué de idas y vueltas en un verano loco
que ha silenciado mudo la realidad sangrante,
qué pena de lo dicho despacio y poco a poco,
qué pena de la histeria del salvaje siroco
que de mi kalahari sopló sobre tu andante.
Qué falsas son tus puertas de triple cerradura,
qué viles comodines tus poemas de amor,
qué dobles intenciones se clavan en la agrura
como alfileres sucios de sucia acupuntura
en este juego absurdo que trasciende al dolor.
Qué inútiles las gotas suicidas de los ojos
que secas en el rostro lánguidas agonizan
por las palabras turbias de los piratas cojos
que un día las alientan y al otro son despojos
que en el asfalto oscuro, oscuras aterrizan.
Cuánta mujer baldía llorando por quimeras,
cuánto cuento contado al amor de la lumbre,
cuánta voz susurrante levanta polvaredas
en su íntimo estío con látigos de sedas
que sólo azotan pieles de mansa mansedumbre.
Qué feroz tu evidencia ante mi soledumbre.
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