Ya no me mira Dios ni su fantasma
desde que tú renuevas los armarios
de la fatalidad
y asaltas los desvanes memoriosos
para llenarlos de dolores nuevos
y nuevas crueldades
No es por tu voluntad de iconoclasta
que pisas las razones que te opongo,
es que ignoras al miedo cuando invades
atrofiadas esferas que no te corresponden
sin pretender romperlas con tu lengua,
porque naciste con el sino en contra
y estás acostumbrado
a retorcerle el cuello
hasta la asfixia.
Tu vocación de ariete
te hace hombre
y sabes que no hay nada realmente importante
que sea gratuíto,
ni siquiera la voz con que te estoy nombrando
que pagas con la sangre de la tuya.
En medio de los dos y vuelta del revés
la piel del alma
haciéndose más frágil cada día
arrugada de asombro
dolorida de excesos
extrañamente mansa entre los dedos.
Ya no me importa Dios ni su fantasma
porque te encargas tú
de trepanarme el cráneo con los labios
hasta volverme virgen de palabra
para poder pecarte
inmaculada.
desde que tú renuevas los armarios
de la fatalidad
y asaltas los desvanes memoriosos
para llenarlos de dolores nuevos
y nuevas crueldades
No es por tu voluntad de iconoclasta
que pisas las razones que te opongo,
es que ignoras al miedo cuando invades
atrofiadas esferas que no te corresponden
sin pretender romperlas con tu lengua,
porque naciste con el sino en contra
y estás acostumbrado
a retorcerle el cuello
hasta la asfixia.
Tu vocación de ariete
te hace hombre
y sabes que no hay nada realmente importante
que sea gratuíto,
ni siquiera la voz con que te estoy nombrando
que pagas con la sangre de la tuya.
En medio de los dos y vuelta del revés
la piel del alma
haciéndose más frágil cada día
arrugada de asombro
dolorida de excesos
extrañamente mansa entre los dedos.
Ya no me importa Dios ni su fantasma
porque te encargas tú
de trepanarme el cráneo con los labios
hasta volverme virgen de palabra
para poder pecarte
inmaculada.
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