Mi voz, cubano, asesina
sin ningún remordimiento
deseos que son al viento
lo que un ave peregrina.
Sujeta la adrenalina
que te corre por las venas
y no añores las condenas
que pueda darte mi voz.
Yo soy la afilada hoz
que nunca siega las penas.
Navajazos de cordura
voy a tenerte que dar
por querer acompasar
tus pasos a mi andadura.
¿No ves que siembro la impura
cosecha de un vino verde?
¿Que mi boca sólo muerde,
que no lame, que no besa?
¿Que soy sólo feligresa
del Dios que me desencuerde?.
Me estás hablando de entrega,
del placer de bajar armas,
a mí que llevo la alarma
en la sandalia andariega.
¿Acaso no ves que ciega
reparto cartas sin ases?
¿No ves que escupo las frases
como huesos de cereza?
Mira: me llamo Tristeza
y no hay hombre que no arrase.
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