Encajes.

Encajo tu sarcasmo dolorido
como encajo el despecho de cuanto dios borracho
me pretende cortar la cabellera
sin saber que soy calva.

Me fosforece el cráneo en el espejo impío
que me pones delante
por si acaso no he visto todavía
cómo me observa el mundo
levógira en un charco de emociones gastadas.

¿Crees que no sé que soy
la muñeca de trapo que se estira y encoge
según soplen los vientos
del hombre que me mira?
¿Crees de verdad que me descubres algo
que yo no haya asumido como el precio
que me toca pagar por ser yo misma
mientras el aire arde de poemas?.

Lo que prefiera yo no tiene rostro
y sólo yo lo sé, no me adivines,
ni hagas conjeturas de psicólogo gélido
por golpear mi maxilar de vidrio.


Lo que espero de tí no está en tu mano
ni en tu verbo procaz ni en tu ironía
ni en tu sombra de macho en rebeldía
ni en el esfuerzo que haces sobrehumano
para diferenciarte ante mis ojos
con el idioma antiguo de mis muertos.
Lo que espero de tí no son inciertos
fierabrases que luzcan mis despojos
como botín de guerra en el cristal.
Lo que espero de tí es la cabal
asunción del delito que nos une
en la virtualidad que deja impune
cualquier crimen real. No hay fe de errata
que me libre de tu desiderata.


Y aún así
mi marabunta ruge
tan sólo en el cliché de alguna Kirlian
que me fotografía el desamparo.