Tú que de oscuridades te dislocas,
que no te miras nunca en los espejos
de la piedad ajena, que de lejos
seduces las serpientes de las bocas.
Tú que alquilas el cuerpo en los suburbios
donde la muerte acecha agazapada
y eludes, silencioso, la antuviada
del golpe del amor en tus disturbios.
Tú que no crees en dioses ni en diablos,
para creer en mí, abres los labios
y a tótem asexuado me condenas.
Yo que no creo en la bondad del hombre,
observo la inaudita tras tu nombre.
Santos airados corren por tus venas.
que no te miras nunca en los espejos
de la piedad ajena, que de lejos
seduces las serpientes de las bocas.
Tú que alquilas el cuerpo en los suburbios
donde la muerte acecha agazapada
y eludes, silencioso, la antuviada
del golpe del amor en tus disturbios.
Tú que no crees en dioses ni en diablos,
para creer en mí, abres los labios
y a tótem asexuado me condenas.
Yo que no creo en la bondad del hombre,
observo la inaudita tras tu nombre.
Santos airados corren por tus venas.
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