Si la mente durmiera,
si alguna vez se nos quedara blanca
y descansara lejos de los renacimientos,
los surcos de tus ojos no serían
ni yo sería una con tu llanto.
Tan cuerdo como yo, tan amoral
como Dios al signarte con su gracia,
sin ganas de nacer juntas los trozos
que la calamidad desparramó
y te pares de nuevo a mi costado
como un hermafrodita silencioso
que glorifica estragos allende los suicidios,
porque sabe de sobra
que tengo el cupo lleno de suicidas
y mi mundo se raja de estériles cobardes.
Ay negro del demonio,
mi malhechor sincrético,
debería temer tus vigilias herméticas
tu desusado afán por romper códigos
tus ayunos de histeria colectiva
tu criminal memoria de escritor
tu descaro, tu odio por los ritos
tu lealtad sin paga
tus sarcasmos hirientes, tu hambre de mujer
tu misoginia
tu endógena crueldad de calabozo,
tus uñas de arañar las pieles muertas
tu boca masacrándome la boca
y estoy en ello, empecinadamente,
pero nunca termino de lograrlo
y no puedo evitar el sonreir
cuando me muestras, fiera, los colmillos.
Tu herida con la mía cierra en falso
la mía con la tuya se apacigua.
Negocia el corazón cuando regreses
a torturarme el día,
que yo negociaré mi miedo a serte
imprescindible para cada muerte
en que quieras matarte de utopía.
si alguna vez se nos quedara blanca
y descansara lejos de los renacimientos,
los surcos de tus ojos no serían
ni yo sería una con tu llanto.
Tan cuerdo como yo, tan amoral
como Dios al signarte con su gracia,
sin ganas de nacer juntas los trozos
que la calamidad desparramó
y te pares de nuevo a mi costado
como un hermafrodita silencioso
que glorifica estragos allende los suicidios,
porque sabe de sobra
que tengo el cupo lleno de suicidas
y mi mundo se raja de estériles cobardes.
Ay negro del demonio,
mi malhechor sincrético,
debería temer tus vigilias herméticas
tu desusado afán por romper códigos
tus ayunos de histeria colectiva
tu criminal memoria de escritor
tu descaro, tu odio por los ritos
tu lealtad sin paga
tus sarcasmos hirientes, tu hambre de mujer
tu misoginia
tu endógena crueldad de calabozo,
tus uñas de arañar las pieles muertas
tu boca masacrándome la boca
y estoy en ello, empecinadamente,
pero nunca termino de lograrlo
y no puedo evitar el sonreir
cuando me muestras, fiera, los colmillos.
Tu herida con la mía cierra en falso
la mía con la tuya se apacigua.
Negocia el corazón cuando regreses
a torturarme el día,
que yo negociaré mi miedo a serte
imprescindible para cada muerte
en que quieras matarte de utopía.
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