no levantes los ojos contra mí
por no ver la otra cara de la luna
ni me ladres rabioso como un perro asustado
en la potencia oscura del ladrido
que yo no soy culpable de que el sol
me alumbre solamente la barbarie
y me deje en penumbra de ternura
porque sea el aullido
cúlpame de la sangre
cuando cruza mi cara su estallido
y del desierto en el que llueven púas
sobre el pétreo silencio de arenisca
en que te has convertido
no me culpes a mí de estar colgada
de un cielo que me abduce malherido
ni me ignores de día por no verme
con tu sexto sentido
por no ver la otra cara de la luna
ni me ladres rabioso como un perro asustado
en la potencia oscura del ladrido
que yo no soy culpable de que el sol
me alumbre solamente la barbarie
y me deje en penumbra de ternura
porque sea el aullido
cúlpame de la sangre
cuando cruza mi cara su estallido
y del desierto en el que llueven púas
sobre el pétreo silencio de arenisca
en que te has convertido
no me culpes a mí de estar colgada
de un cielo que me abduce malherido
ni me ignores de día por no verme
con tu sexto sentido
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