Hay rostros que atraviesan las paredes,
imágenes que espantan la cordura
y empiezan a absorberte, como tenias, los jugos,
meses después de que los ojos vieran.
Un niño asesinado es una púa
en la retina límpida del hombre
que aún no se ha alejado de la guerra
y ya intuye lo inícuo del fracaso.
Ni tú sirena, con tus cantos trágicos
puedes con su evidencia memoriosa
si a medida que él relaja el músculo
es más oscuro y grande su vacío.
Lo realmente obsceno de la vida
es llorar nimiedades
sobre el pecho de todos los horrores
y mirar un milagro que camina
sobre pilas de muertos con tu nombre en la boca,
como si sólo fuera la almohada riente
en que desparramar la cabellera
de tu pena, penita.
Ciegos tus ojos, necios.
Tan mortalmente ciegos.
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